(Por Fabian Vargas) Jujuy se vistió de fiesta, porque se volvió a jugar uno de los clásicos más populares del norte. Gimnasia y San Martín se volvieron a ver las caras después de quince años y el clásico fue una verdadera fiesta. Bastaba con ver a los hinchas de ambos equipos cantando y alentando juntos antes del encuentro.
Como no ocurría desde hace rato, el “23 de agosto” tuvo un marco impresionante para vivir este partido trascendental en la lucha por no descender de categoría, ya que el Ciruja es un rival directo.
El primer tiempo fue muy chato, ninguno de los equipos generó situaciones muy claras de peligro en el arco rival. A los 12’ De Muner no pudo conectar un disparo debajo del arco de Pezzutti. Luego a los 23’ la única clara del Lobo fue un remate de Carranza que se fue por encima del travesaño. Y a los 24’ Pezzutti cortó un centro de Pablo Cantero cuando Vega se alistaba para gritar el primero. Eso fue todo lo que ocurrió en un primer tiempo totalmente intrascendente.
En la segunda etapa, se vio un poco más de ganas de parte de los dos equipos para ir a buscar el desnivel en el marcador. A los 5’ Ricky Gomez remató desde afuera del área, pero su remate salió desviado.
Por el lado de San Martín, Patricio Pérez era el jugador por el que pasaban todas las ideas del Santo. A los 12’ el Pato desbordó por la izquierda pero finalmente su remate salió muy desviado. Un minuto más tarde llegó un centro pasado de Pablo Cantero que Patricio Pérez no llegó a conectar. Luego hubo una llegada del Super-Ratón Ibáñez que entró solo por el sector izquierdo, pero Pezzutti salió a cortar a tiempo.
Entonces Labruna mandó a la cancha a Busse y Fileppi por Franco y Luna respectivamente y el rendimiento del Lobo mejoró bastante. Luna fue prácticamente un ausente sin aviso y Franco tuvo una actuación discreta. Entonces el partido se hizo de ida y vuelta y además con mucho entusiasmo en las tribunas.
Hasta que, a los 23’, tras un mal despeje de Monge, Fileppi se hizo de un rebote e ingresó al área solo por izquierda, pero De Muner cerró justo y la envió al córner. De esa pelota parada ejecutada por Carranza, Gabriel Loeschbor se elevó sin resistencia en el centro del área y conectó de cabeza para hacer inútil el esfuerzo de Gutiérrez y poner el 1-0.
A partir de ese momento, el partido volvió a ser mediocre y muy trabado. Era más lo que se luchaba que lo que se jugaba. Tanto que, a los 26’, Patricio Pérez vio la segunda amarilla y se tuvo que ir expulsado. Recién a los 35’ Gimnasia volvió a tener una situación clara cuando Fileppi reventó el palo derecho de Marcos Gutiérrez con un remate de media distancia. Pezzutti pasó a ser un espectador más. El único susto para el Lobo fue en la última jugada cuando con el tiempo ya cumplido San Martín tuvo un córner que la defensa pudo rechazar.
La Tacita de Plata fue una fiesta por el clásico, por las tribunas y por el triunfo. Y también porque este es un triunfo que vale seis puntos. Sino fíjense la tabla de promedios. Ahora estamos arriba de los tucumanos porque salimos del descenso directo. Una felicitación para los hermanos tucumanos que colmaron su tribuna y no dejaron de alentar en todo el partido, porque las dos hinchadas entendieron que éste partido debía ser una fiesta. Y lo vivieron como tal.
Como no ocurría desde hace rato, el “23 de agosto” tuvo un marco impresionante para vivir este partido trascendental en la lucha por no descender de categoría, ya que el Ciruja es un rival directo.
El primer tiempo fue muy chato, ninguno de los equipos generó situaciones muy claras de peligro en el arco rival. A los 12’ De Muner no pudo conectar un disparo debajo del arco de Pezzutti. Luego a los 23’ la única clara del Lobo fue un remate de Carranza que se fue por encima del travesaño. Y a los 24’ Pezzutti cortó un centro de Pablo Cantero cuando Vega se alistaba para gritar el primero. Eso fue todo lo que ocurrió en un primer tiempo totalmente intrascendente.
En la segunda etapa, se vio un poco más de ganas de parte de los dos equipos para ir a buscar el desnivel en el marcador. A los 5’ Ricky Gomez remató desde afuera del área, pero su remate salió desviado.
Por el lado de San Martín, Patricio Pérez era el jugador por el que pasaban todas las ideas del Santo. A los 12’ el Pato desbordó por la izquierda pero finalmente su remate salió muy desviado. Un minuto más tarde llegó un centro pasado de Pablo Cantero que Patricio Pérez no llegó a conectar. Luego hubo una llegada del Super-Ratón Ibáñez que entró solo por el sector izquierdo, pero Pezzutti salió a cortar a tiempo.
Entonces Labruna mandó a la cancha a Busse y Fileppi por Franco y Luna respectivamente y el rendimiento del Lobo mejoró bastante. Luna fue prácticamente un ausente sin aviso y Franco tuvo una actuación discreta. Entonces el partido se hizo de ida y vuelta y además con mucho entusiasmo en las tribunas.
Hasta que, a los 23’, tras un mal despeje de Monge, Fileppi se hizo de un rebote e ingresó al área solo por izquierda, pero De Muner cerró justo y la envió al córner. De esa pelota parada ejecutada por Carranza, Gabriel Loeschbor se elevó sin resistencia en el centro del área y conectó de cabeza para hacer inútil el esfuerzo de Gutiérrez y poner el 1-0.
A partir de ese momento, el partido volvió a ser mediocre y muy trabado. Era más lo que se luchaba que lo que se jugaba. Tanto que, a los 26’, Patricio Pérez vio la segunda amarilla y se tuvo que ir expulsado. Recién a los 35’ Gimnasia volvió a tener una situación clara cuando Fileppi reventó el palo derecho de Marcos Gutiérrez con un remate de media distancia. Pezzutti pasó a ser un espectador más. El único susto para el Lobo fue en la última jugada cuando con el tiempo ya cumplido San Martín tuvo un córner que la defensa pudo rechazar.
La Tacita de Plata fue una fiesta por el clásico, por las tribunas y por el triunfo. Y también porque este es un triunfo que vale seis puntos. Sino fíjense la tabla de promedios. Ahora estamos arriba de los tucumanos porque salimos del descenso directo. Una felicitación para los hermanos tucumanos que colmaron su tribuna y no dejaron de alentar en todo el partido, porque las dos hinchadas entendieron que éste partido debía ser una fiesta. Y lo vivieron como tal.